En este mes de marzo, todas somos una y juntas vamos a reclamar justicia y a hacer ruido por aquello que a muchas han quitado: la paz, la tranquilidad, el sueño, la confianza, la fe…porque son muchas mujeres las que han sufrido de abuso de muchísimas formas: abuso sexual, abuso emocional, abuso psicológico, abuso físico…abuso y dolor presentes sin ser vistos y a veces ni siquiera reconocidos.
Pero hoy quiero también reflexionar sobre otro tipo de abuso que cometemos, el abuso hacia nosotras mismas.
¿Te has puesto a pensar cuántas veces has abusado de ti?
Abusamos de nosotras cuando dejamos de hacer lo que nos gusta, cuando dedicamos tiempo a todos menos a nosotras, cuando nos dejamos de escuchar e ignoramos a nuestra intuición, cuando sacrificamos nuestro sueño pensando en que sólo estamos para servir a los demás, cuando dejamos de dormir, de descansar, de ver a nuestras amigas…cuando comemos de más y sin conciencia, cuando no nos detenemos a pensar en lo que estamos metiendo a nuestra cabeza en pensamientos destructivos, hirientes, de dolor… cuando no frenamos a nuestra mente, cuando callamos, cuando hablamos con límites, cuando vivimos permanentemente desde el miedo, cuando nos dejamos llevar por el rencor y el enojo, cuando vivimos desde la víctima echando la culpa a todo y a todos de lo que nos pasa…cuando no perdonamos…cuando no nos arreglamos…cuando competimos por ser más o mejor que la otra, cuando dejamos der “ser” nosotras y vamos por el camino de nuestra propia vida en automático y sin tomar conciencia…ese es el verdadero abuso hacia nosotras.
Y algunas de nosotras tenemos que pasar por una enfermedad o un duelo para detenernos y reconocer en qué hemos abusado de nosotras.
Hoy me queda claro que abusé de mi energía, abusé de creer hay que dejarse llevar en la vida y de pronto me encontré en el lugar en donde no quería estar, abusé de mis tiempos, de mi independencia, de mi egoísmo, abusé de mi cuerpo, comiendo mal, a deshoras, sin hacer el ejercicio que quería, pero sobretodo sin ponerme atención. Abusé de mi rol de proveedora, de mi capacidad real para hacer todo lo que quería en un día, de mi fuerza, de mi desconexión, de mi anestesia…y me separé de mi esencia, de mi verdadero sueño en la vida, de mi misión y de mi familia, eso que tanto vale y que muchas veces damos por sentado.
El claro límite en la vida comienza por el que nos ponemos nosotras para parar y reflexionar y para darnos cuenta de los caminos y las decisiones que hemos tomado. Para evaluar, para reconocer, para seguir decidiendo con plena conciencia y con la capacidad de reconocernos como libres, adultas, con necesidades, con sueños, con metas, con misiones, con deseos, pero también con miedos, vulnerables, sensibles…
El respeto hacia nosotras empieza por y para nosotras.
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