Cada vez que pienso en la mujer en este mes, cada vez que leo, escucho, escribo, no puedo evitar pensar en la relación que el cáncer tiene con la mujer, con lo femenino, con nuestra energía de mujer.
Después de muchos años de trabajo personal y de tomarme a mí como tarea para entenderme mejor y para descubrir el por qué pasé dos veces por el cáncer, descubrí que además de acercarme a mi misión de ayudar y “dar” a los demás tiene que ver con la enorme necesidad que tenía para acercarme a mi propia energía femenina.
Durante muchos años me dediqué a proveer, a trabajar sin detenerme, a pasar poco tiempo en familia, a desarrollarme profesionalmente, a demostrarme y demostrar mi fortaleza, mi independencia y mi autosuficiencia. Y aunque todo eso me llenó de una gran satisfacción y éxito material, me enfermé y la vida me detuvo por completo.
Algo no estaba bien.
Al principio no entendía qué estaba haciendo mal si tenía una vida “plena”, llena de abundancia, de viajes, de amigos, de éxito…y como siempre lo comparto, tuvieron que pasar varios años después de haber pasado por el tratamiento para darme cuenta de que en realidad había estado dejándome llevar por mi mente y por mis creencias sobre lo que es la felicidad y la realización en la vida, definición tan personal y única.
El cáncer me había puesto un reto: el de conectarme conmigo para aprender a escucharme y a conocerme desde mi lado más femenino, usando la intuición, la conexión con mi cuerpo y mi alma y despertando mi capacidad para sentir todo y para no callar.
Este fue el reto más grande que esta enfermedad me puso enfrente.
No se diga el reto de vivir el proceso de perder “partes del cuerpo”, pelo, pestañas, color en la piel, peso, uñas…todo eso que nos “define” como bonitas y lindas mujeres. Uf, qué difícil es sentirse “completa” a pesar de verme diferente, incompleta y fea en mis estándares.
Tomé la decisión de “aceptar el reto” y trabajar todos los días con paciencia y compasión para conectarme poco a poco con mi femenino y entender lo enormemente bendecidas que somos.
Son justo estas cualidades únicas de nuestro rol en el Universo las que nos hacen fuertes e ilimitadas. Tenemos la increíble capacidad de la transformación, de la contención, de la conexión con la naturaleza, de la intuición que nos ayuda a tomar decisiones, que nos permite sentir y conectar con el cuerpo todo lo que sentimos, tenemos la increíble posibilidad de dar vida…
El cáncer me acercó a mi mujer, a mis creencias limitantes sobre lo que ser mujer significa, me acercó a mi nido, a mi casa, a mi hija, a mi esposo, a mi verdadera realización y a mi espiritualidad.
Así como vino a ser el reto más grande que la vida me ha puesto, ha sido también el mejor regalo de vida. El cáncer me retó y a la vez me acercó a simplemente “ser” mujer.
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